domingo, 26 de abril de 2015

Todavía hay esperanza

La ilusión me deviene cuando pienso en el periodismo. 
En un momento de locura decidí que yo estaba hecha para esto. Llegué a la facultad con miedo, incertidumbre y voces en mi cabeza que me repetían una y otra vez que estudiar periodismo era un error o al  menos no lo más acertado. 

Quizás y todos aquellos que me decían que el periodismo iba perdiendo altura como una gaviota malherida tenían razón. Quizás y el fallecido Gabriel García Márquez dio en el clavo al decir que “el mejor oficio del mundo” está llegando a su fin. Pero todos merecemos una oportunidad y el periodismo también. Quizás y se necesiten jóvenes con ganas, con actitud, con ilusión y mucha predisposición para cambiar esas opiniones.

Llamadme soñadora o ilusa pero yo sí creo en el periodismo. Creo en mi futura profesión porque todavía hay mucho que decir, hay mucho que contar. Estamos en ese punto de inflexión en el que hay que decidirse: o continuar en la misma línea o dar un salto al nuevo periodismo, brindando oportunidades a los más jóvenes, con ideas innovadoras que atraigan a lectores, oyentes, espectadores. En definitiva que vuelvan a elevar a esta profesión a la cumbre, de la que nunca debería de haber bajado.

Pero, ¿cómo se ha llegado a este punto? Si a priori el periodismo se ha sabido adaptar a los nuevos tiempos. Diarios con tiradas masivas, fotografías espectaculares, emisoras de radio a gusto del oyente, cadenas de televisión para todo tipo de espectadores… Se podría afirmar que el periodismo siempre ha estado a la orden del día. Sin embargo, se ha visto envuelto en escándalos, poca independencia respecto a la política, y por qué no decirlo la poca o nula profesionalidad por parte de algunos periodistas han llevado a esta profesión al lodo.

Necesitamos directores de orquesta independientes, que amen este oficio, que demuestren su buen hacer. Porque solo aquellos que sean apasionados de la actualidad, de la información, que sean buenos comunicadores, en definitiva, PERIODISTAS, pueden rescatar al “mejor oficio del mundo” del hoyo en el que se encuentra. 

lunes, 23 de marzo de 2015

Hace un año...

23 de marzo. Hoy hace justo un año. Hoy hace justo un año llegó su momento. Adolfo Suárez, el político más importante en la historia de España,  inició su transición y se marchó. España tuvo que esperar a la llegada al gobierno de un hombre sencillo, de valores  y comprometido con todos y cada uno de los españoles, para despegar. Un hombre dispuesto a dejarse la vida por su país. Ese joven abulense que estudió Derecho en  Salamanca, la ciudad de las letras.

El  primer político que tenía un proyecto firme, que aparcaba el terror y la represión vividas durante el régimen franquista, durante aquellos fatídicos 40 años en los que la sociedad española se vio abocada al silencio, a ahogar sus voces, a callar.  

Adolfo llegó con las mejores intenciones, sin duda, fue una inyección de aire fresco a un sector político que estaba tan podrido o más que el de ahora.  Y es que los políticos llegan al poder no con la intención de hacer progresar al país y ayudar a sus ciudadanos, sino con la intención de lucrarse a costa de todos, y luego tirar de ironía y sarcasmo para asegurar que todo lo hacen por el bien del país ¡No se lo creen ni ellos!

Adolfo llegó con un tono calmado y en son de paz, solo quería poner un poco de orden en el desorden. Muchos pensaron que sería uno más, un político como el resto, que pasaría sin pena ni gloria. Pero no. Se equivocaron. De haber sido así, no estaríamos hablando de él en estos momentos. Adolfo vino para quedarse, y solo el Alzheimer pudo alejarlo de lo que más le gustaba: la política.

El Adolfo político fue peculiar como lo era su personalidad. Se rodeó de los mejores, y supo alcanzar el consenso en la discrepancia, logró moderar los acalorados debates que se venían viviendo desde el franquismo entre las diferentes tendencias políticas. Suárez fue capaz de liderar la etapa más delicada de la historia española, la transición, un proceso que no solo supuso el paso de una dictadura a una democracia, sino el cambio de mentalidad en la sociedad. Pero Adolfo lo hizo fácil, con el menor número de damnificados.

Hoy todos recuerdan la figura de un hombre, un padre, y un grandísimo político  que fue capaz de sacar del pozo al país. Es su día y aunque no lo pueda ver, Adolfo siempre vivirá en la memoria de todos y cada uno de los españoles, más allá de las ideologías; desde los jóvenes hasta los mayores. Hoy España recuerda a un político, pero sobre todo a una persona que supo ganarse al pueblo español.


domingo, 22 de marzo de 2015

Frágil memoria

Olvidadizos, despistados, distraídos… desmemoriados, diría yo. Cuantas veces nos hemos olvidado de una fecha importante, de una fecha que teníamos rodeada en rojo en nuestro calendario. Y si no recordamos esas fechas señaladas, no es de extrañar que nos olvidemos por completo de los que están a cientos de kilómetros. Hablo de las miles de personas que todavía se ven obligadas a luchar contra el ébola.

Sí, aquí ya estamos tranquilos porque nos hemos zafado de aquello que creó el pánico en nuestras tierras y que copaba portadas de periódicos, telediarios y boletines de radio. Nosotros, los que decimos vivir en países desarrollados, estamos envueltos en el caos del trabajo, en el no parar, en el no tener tiempo para mirar al que tenemos enfrente y además, tenemos que pelear contra problemas que se nos han ido de las manos y que han convertido la sociedad occidental en la civilización incivilizada: el reino de la corrupción, un mar en el que los tiburones nadan a sus anchas, una selva en la que las fieras son las reinas, un lugar en el que impera la ley del más fuerte. Ante esta situación, yo me hago una pregunta: ¿y si nos dejamos de mirar tanto el ombligo y miramos un poco más al otro?

Hace unos meses,  nuestro mayor temor era contagiarnos de ébola y ahora… ahora ya parece que el ébola no existe. Quizás lo que no sepamos es que en países como Guinea o Sierra Leona, el ébola sigue causando estragos y ya son más de 10.000, las personas que han perdido la vida por esta enfermedad. Son muchos los niños que ven empañados sus ojos por las lágrimas mientras contemplan cómo sus seres queridos son poco a poco comidos por esa enfermedad que todavía no se ha logrado erradicar y que los civilizados de occidente hemos borrado de nuestra mente.

Así somos, irremediablemente frágiles de memoria.



domingo, 8 de marzo de 2015

Por nosotras

Porque sin las mujeres el mundo estaría mudo, ciego, sordo, cojo. Porque sin las mujeres el mundo estaría incompleto. Porque sin las mujeres el mundo... NO SERÍA LO MISMO.
Hagamos un brindis por aquellas mujeres que trabajan, aquellas mujeres que cuidan de los suyos, aquellas mujeres que aman, aquellas mujeres que buscan un porvenir mejor, aquellas mujeres que se superan, aquellas mujeres que se esfuerzan cada día como si fuera el último, en definitiva, hagamos un brindis por todas las mujeres del mundo. 
Abuelas, madres, hijas, hermanas, tías, primas, amigas, sigamos esta carrera de fondo y luchemos por la igualdad. 

Decid: ¡Yo soy mujer!

jueves, 5 de febrero de 2015

Baile de máscaras

Escribo esta entrada en fechas próximas al Carnaval. Tumbada en mi cama y a la vez que tecleo, veo un anuncio en el que animan a comprar un disfraz. Y me pregunto cuántos niños, adolescentes, jóvenes y adultos se habrán dejado sus ahorros en un disfraz y en la máscara o antifaz de turno.

La mayoría cree que solo cubrimos nuestro rostro en la época de Carnaval, pero realmente la vida es una obra de teatro y nosotros somos los actores principales, los que escogemos  nuestras propias máscaras.  Hay máscaras hermosas, dotadas de elegancia; otras toscas y rudas;  hay máscaras que desprenden ternura; otras seriedad, y un largo etcétera.  De ese modo funciona la realidad: somos un conjunto de máscaras que vamos usando en función de dónde o con quién estemos.  Así lo dijo el prestigioso sociólogo Erving Goffman, en su obra “La presentación de la persona en la vida cotidiana”.

Desde que somos unos retoños aprendemos a comportarnos y a adaptarnos a las diferentes situaciones. Usamos una máscara y al rato ya la hemos cambiado por otra.  En nuestro día a día  danzamos en un salón en el que tenemos que tener especial cuidado, ese salón es el más hermoso, pero también el más peligroso de todos: la VIDA.

Al igual que un bailarín escoge un traje y unos zapatos adecuados, nosotros andamos con pies de plomo para elegir bien el antifaz más adecuado, ese que nos permita  comportarnos como debemos o al menos como los demás esperan que nos comportemos.  Porque aunque digamos que no nos importa lo que puedan opinar los otros, en realidad sí lo damos mucha pero que mucha importancia. Y pensamos: ¿estaré cubriendo sus expectativas? ¿Me estoy comportando como debo?

Pero bailar cansa. ¿O no? ¿Nos cansamos de cambiar constantemente de máscara?
Solo quiero que pensemos una cosa: ¿Y cuándo somos nosotros mismos? ¿Cuándo actuamos como nosotros deseamos realmente? 






jueves, 29 de enero de 2015

El populismo ha llegado... a Grecia

Menos de una semana le ha bastado a Syriza y a su líder, Alexis Tsipras, para revolucionar el panorama político europeo. Para unos la victoria de Syriza en las elecciones griegas supone una esperanza para el cambio, una esperanza para derrocar a la “casta”. Para otros es un paso hacia atrás, una preocupación añadida, el descontrol total.  Lo que está claro es que Syriza y Tsipras están dando mucho de lo que hablar entre medios de comunicación, políticos y ciudadanos de a pie.

Leyendo el programa político de este partido, se pueden observar varios puntos, cuanto menos curiosos, que sinceramente son bastante utópicos y que ya están teniendo sus consecuencias. El nuevo Gobierno griego, que por cierto no cuenta con ninguna mujer entre sus filas, no ha perdido el tiempo y ha lanzado las primeras medidas, para “sanear las cuentas públicas y reajustar los presupuestos”, según ellos. 

La primera medida ha sido subir el salario mínimo hasta los 751 euros brutos mensuales. Esta decisión queda muy bien en el programa político y suena genial de cara a una sociedad griega que está dolida y que ha sido golpeada fuertemente por las meteduras de pata de sus políticos, pero es inviable, porque, ¿cómo es posible que Grecia suba el salario mínimo si acumula una deuda con otros países que asciende a miles de millones? (La deuda con España es de aproximadamente unos 26.000 millones de euros).

Pero el programa reformista no termina ahí. La Iglesia perderá sus privilegios fiscales; se nacionalizarán los bancos; se ofrecerá sanidad pública gratuita para personas desempleadas; estas son algunas de las medidas que Tsipras se ha propuesto sacar adelante. Todo esto suena muy bien y es el sueño de cualquier ciudadano: bajadas de impuestos, adiós a la corrupción o que todos los niños tengan algo que llevarse a la boca cada día. ¡Todo es maravilloso! Pero, ¿de dónde se van a conseguir los fondos para financiar todas estas reformas?

Y eso por no hablar de que en pleno siglo XXI, el recién formado gobierno griego no cuenta ni con una sola ministra. ¿Qué le pasa al avanzado y progresista Tsipras? ¿Se le ha olvidado que en su programa político prometió absoluta igualdad entre mujeres y hombres? Bueno…. del dicho al hecho va mucho trecho y al parecer las palabras se las lleva el viento.

Pero no perdáis de vista a Grecia y a su nuevo Gobierno, porque este  ha sido solo el primer acto de la función.



domingo, 11 de enero de 2015

Cada uno a su bola

Escalofríos invaden mi cuerpo cuando veo una vez más cómo los seres humanos, esos que presumen de llevar la bondad y la nobleza por bandera atentan contra la vida de sus iguales sin importar nada, pero de eso ya hablaremos. Al parecer solo tiene importancia seguir adelante con los ideales, esos que tenemos como intocables, incuestionables.

Es fácil mirar a los otros, mirar por ejemplo hacia Oriente Próximo y ver cómo se producen infinidad de asesinatos, cómo miles de niños lloran desconsolados en medio de ambientes devastadores en los que no hay más que olor a pólvora quemada, mientras buscan con sus ojitos inocentes, empañados por las lágrimas a sus madres. Es fácil ver a través de una pantalla todo esto, ¡eso es muy fácil!, pero ¿qué hay de todas esas situaciones que nos afectan directamente? ¿Quizás no somos nosotros también unos bárbaros y egoístas?

Es habitual escuchar hablar de los otros, de lo bárbaros que son por aquellas tierras. Nos hemos acostumbrado a señalar con nuestro dedo inquisidor a otros, nosotros nunca hacemos nada. ¡Somos unos pobres inocentes que nunca hemos roto un plato! No seamos ilusos. Y lo peor es, que nosotros, los civilizados,  nos hemos olvidado de lo más importante: los valores.

Estamos sumidos en una crisis de valores de la que no nos sacan ni queriendo.   Nos hemos conformado con vivir a nuestro rollo, pasar de todo. Podríamos construir un mar de egoísmo, un mar en el que lo que antes estaba bien, ahora está mal; lo malo de antes es lo mejor de ahora. ¿Y qué hacemos ante esta situación? Nada, no hacemos nada. No hay que preocuparse: que los hijos sigan a su rollo, que vivan su vida, que la destrocen; que los mayores sean egoístas y se olviden de sus criaturas, y que aquellos que han sido elegidos para poner orden  y cordura (los políticos) sigan a lo suyo, que hagan  oídos sordos y que continúen haciendo lo que han hecho hasta ahora: NADA.

¡Todo nos parece bien! Pues sigamos así, en un mundo en el que vemos cómo los jóvenes pasan de todo, un mundo en el que no somos capaces de ayudar a nuestro hermano, un mundo en el que lo único que importa es el dinero, la apariencia, el poder,  un mundo en el que todo está al revés.

Es cierto que los tiempos han cambiado, ¡claro que han cambiado!, ¡y tanto que han cambiado!, será por eso por lo que la sociedad ha optado por aligerar carga y ha dejado lo más valioso que tenía en tierra: los valores.

Por nuestro bien, espero que despertemos algún día y seamos capaces de reorientar esta pesadilla en la que estamos atrapados.